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Ni viudas ni solteras

 

Hasta bien entrado el siglo XX, el Plaza Hotel de Buenos Aires negaba hospedaje a las mujeres solas.

Mecenas de Marcel Duchamp, la estadounidense Katherine Dreier visitó Buenos Aires en 1918. Viajó en barco y el trayecto duró semanas. Aunque había reservado en el Plaza, en la recepción le dijeron que, por política de la casa, las mujeres solas no podían hospedarse. Nadie le avisó que en el mejor hotel del país ninguna «hermana, esposa no acompañada, ni viuda es bienvenida. Mucho menos, una respetable dama soltera», escribió Dreier en su diario.

No tuvo más remedio que instalarse en el Majestic, sobre la Avenida de Mayo. Allí donde en 1913 pasó su luna de miel Nijinsky y cuyo edificio pertenece, desde 1931, a la Afip,  el organismo recaudador de la Argentina.  Tal vez previendo el posterior destino del edificio, Dreier se sentía vigilada, rodeada por una «atmósfera de sospecha». Cansada de las miradas de los dueños y algunos pasajeros, se mudó al otro lado de la 9 de Julio. En el Palace Hotel, las cosas fueron mejor. Allí, una mujer soltera y sin compañía no era sinónimo de perdida -¡miren las fotos de Dreier! ¿prostituta ella? ¡JA!-.

 

 

 

 

 

 

A diferencia del Majestic -y en esto creo en el Karma- el Palace tuvo mejor suerte. Hoy el edificio alberga parte de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Y ¿el Plaza? Allí sigue, ahora bajo la égida de la cadena Marriott.

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