Ya hablamos de los robos en los hoteles, pero es justo agregar que, en el apuro por entregar la habitación limpia al próximo cliente, muchas veces los objetos olvidados van a parar a quién sabe dónde, haciendo muy difícil su recuperación. En un viaje reciente a Montevideo, una colega se quejaba de que en el hotel Dazzler se habían quedado con su pijama. ¿Quién querría una prenda íntima y usada? se preguntaba. Y recordé mi estadía en el Riu de Guadalajara, donde olvidé el mío. Pero qué agradable sorpresa fue saber que una empleada lo había encontrado y guardado en una bolsa de plástico hasta que yo pasara por él. Distinto fue lo que pasó en el Park Lane de Nueva York: olvidé el cubito para cargar mi Iphone enchufado en una toma. Volví al día siguiente, y el encargado de seguridad me dijo que la habitación no se había ocupado y que podía subir con él a buscarlo. Entramos, pero el cargador había desaparecido.
Para terminar, un episodio con final feliz. En el Mondrian Soho (hoy rebautizado como Nomo Soho), dejé mi teléfono enchufado, pensando que a la noche nadie iba a entrar. Por supuesto, olvidé que en las cadenas elegantes, y sobre todo en las de tamaño boutique, algún miembro del personal viene a hacer el famoso «turn down» (básicamente, estirar sábanas y edredón hacia abajo, y dejar una menta o un chocolate en la almohada). Lo principal es que esa noche no hubo faltantes que lamentar y comencé a recobrar la fe en la hotelería, al menos la de lujo.
Comentarios
creo que se trató un tema delicado de la mejor forma y de la manera más justa posible. gracias por esta buena lectura