Porno. Sobre el recorte estético 2.0
y el -mal- uso de la palabra «porn». Desde hace un tiempo, el hashtag «foodporn» se usa para dar más glamour a fotos y posteos sobre gastronomía. La palabrita prendió como reguero de pólvora, sin que muchos entendamos por qué. ¿Acaso el mundo gourmet no es lo suficientemente sofisticado y atractivo como para necesitar al porno de su lado? No me malinterpreten: no soy religiosa ni conservadora, pero, por más que lo consuma, creo que la industria del porno tiene menos clase que un canapé de polenta -para los mexicanos, sería algo como «canapé de carnitas»-. Así que no entiendo por qué el último plato de Enrique Olvera debe ser siempre tuiteado o fotografiado como «foodporn», en lugar de apelar a palabras más evocativas como «erotismo», «placer», «gula», etc.
En el rubro gastronómico son pocas las voces que se alzan contra el uso del «porn» -el blog Gimme Some Oven, por ejemplo-. Y el término no sólo no ha desaparecido con el uso, sino que ha contagiado y/o creado otros rubros fotograficos, como el de la «organización». Sí: «organization porn» es el nuevo niño mimado de instagrameros, pinteresteros y otras tribus amantes del recorte estético 2.0. Un rejunte de elementos que produciría un goce visual cercano al que se experimenta cuando se mira porno y que, además, satisfacería al enano con TOC que muchos llevan dentro. Porque este hobby tendría efectos psicológicos: relajarnos y hacernos propensos a «seguir reglas», dice Cnn.com.
Los dejo pensando en estas cuestiones con una foto que da cuenta de uno de mis placeres organizacionales: coleccionar amenities de hoteles, concretamente «vanity kits» y elementos de tocador. Nunca se me ocurriría comparar el goce que este -¿hobby?- me produce con una película XXX, pero lo cierto es que su práctica irregular me dispara una secreta alegría de la que podría hablar durante horas. Me detengo acá, pues se me acaba de ocurrir el siguiente post: robo de amenities. ¿Pequeña travesura o delito de guante blanco? ¡CHAN!
Comentarios