Un amigo viajó a Texas la semana pasada. Se hospedó en el Hilton de Plano y me mandó una foto de la entrada del hotel. «No se permiten armas«.
AJÁ. De inmediato me contacté con una de mis aliadas en la América profunda, Jane, una abogada hippie que vive en Austin y milita contra la pena de muerte. Me informó que, hace dos años, Texas aprobó una ley sobre ARMAS en HOTELES. En un estado en el que se alienta -y aplaude- la portación de armas, esta ley estipula que si un hotel restringe o prohíbe las armas de fuego en su propiedad, debe explicitarlo en su sitio web -sobre todo al confirmar una reserva– y en sus instalaciones. La multa al hotel o motel que no declare su política «pacifista» -la palabra y las comillas son mías- es de 100 dólares, indica esta ley aprobada en 2013. Son centavos, dijo Jane, pero es obvio que la normativa busca disuadir a los hoteleros con una postura antiarmamentista. Sea como fuere, bien por Hilton.
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