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Japón

Si tuviera que imaginar cómo sería aterrizar en otro planeta, pensaría en mi llegada a Japón, en 2013.

Allí,todo es distinto. La comida, los aromas, los ruidos, las costumbres, la moda y, obviamente lo que nos interesa: los hoteles.

Un tipo de hotel extraño son las cápsulas que existen en Tokio. Reconozco mi cobardía al no haber pasado una noche allí y no poder contarles mi experiencia, pero espero me entiendan luego de que les cuente de qué se trata.

Estas cápsulas fueron creadas para los workaholics de la exigente sociedad japonesa, que por quedarse trabajando hasta tarde pierden el último tren. Si eso pasa, no hay muchas opciones, pues nadie vive en la ciudad. Los taxis, cuya puerta se abre sin que el chofer baje del coche (presionando un botón de su tablero), son prohibitivos: sólo para millonarios o recorrer diez cuadras como máximo. Pero alguien tuvo la brillante idea de abrir locales con múltiples cabinas empotradas en la pared, en las cuales se entra acostado arrastrandose cual reptil y en las que, por 200 yenes ( 30 dólares, más o menos) te puedes acostar… en el mismo espacio que tendremos todos en nuestros ataúdes en algún momento. Quizás un poco menos de espacio, en realidad. Estos hoteles no tienen puerta, ya que están abiertos las 24 horas, y el lobby es un escritorio blanco, con un recepcionista (casi siempre, un adolescente con granos) que te da la llave de tu cápsula. Y es así cómo, atando cabos, entendí por qué en las tiendas 24 horas de allí, venden camisas y ropa interior.

Es al día de hoy en el que, con cierta ternura, imagino a un japonés, cansado, arrastrando su maletín, comprando su camisa blanca, lavándose los dientes en el baño compartido y metiéndose ágilmente en la cápsula, no sin antes cerrar la cortina para que no se cuelen las fuertes  luces de neón de la ciudad. Seguramente, soñará con la casa que algún día se comprará, y que, con trabajo duro y un poco de suerte, tendrá un jardín de dos metros cuadrados de césped.

 

Foto apertura: Michael (C.C.)

 

Japón cápsulas

Foto: J. Miers (C.C)

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