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#miprimerhotel: El orden del caos

Inauguramos la sección #miprimerhotel con este recuerdo de José Alvarez García, periodista y trotamundos que hoy se encuentra en Turquía, rumbo a Egipto.

Poco o nada hay tan disparatado y caótico en el mundo como una medina. Algunas como la de Fes no sólo recuerdan ciudades medievales donde oficios como el de zurrador, herrero e hilandero siguen vivos y vigentes, algunas otras como Jerusalén son un pequeño Aleph donde coexisten todos o casi todos los credos y lenguas del mundo, otras más como la de Marrakesh son auténticos laberintos kafkianos donde hasta el más avispado termina perdido y regresando una y otra vez al mismo lugar, y todavía otras cuantas como Assilah, «la ciudad blanca», son maravillas arquitectónicas casi dispuestas para la mera contemplación. Pues bien, la primera prefiguración que tuve de una medina ocurrió a más de nueve mil kilómetros de distancia de cualquiera de ellas. Se trataba del típico viaje familiar que hacíamos cada diciembre a Manzanillo, y con mis apenas seis años me encontré perdido en los departamentos del hotel Las hadas, una Babel llena de laberintos y recovecos cuya imitación de arquitectura morisca y blanco infinito trataban de imitar ese mundo de Las mil y una noches, ese fantástico caos aparentemente ininteligible organizado bajo una rigurosa lógica.

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