Alejandro Fuentes evoca su estancia en el W Reatreat & Spa de Vieques. No tuvo que pagar un peso porque era periodista, mexicano, y le cayó bien al gerente.
W Retreat & Spa. No fue el primer hotel que pisé, pero sí el que me hizo experimentar la sensación de quien encuentra un refugio en medio de la adversidad… no por nada «hotel» y «hospital» comparten raíces etimológicas. En mi corto paso por el periodismo de viajes hubo una asignación: “Ve a Vieques y trae un reportaje. Dicen que está de moda entre los gringos”. En la pequeña isla que pertenece a Puerto Rico hay poco que hacer: buena parte de su territorio pertenece al ejército de EU, por lo que no puedes circular libremente en algunas zonas. Todo apuntaba a un reportaje fallido, porque más que hoteles había hostales con cierto dejo hippie o que parecían pensados por y para adultos retirados. Hacía, además, mucho calor y el agua conservaba un molesto sabor alcalino en todos lados… hasta que llegué al W Retreat & Spa. Un peruano sonriente y amable que dirigía el hotel me recibió con un vaso de agua ligeramente saborizada, toallas frías y una bandeja para lavarme las manos. Me hospedó en el lugar, me dejó disfrutar de las impresionantes instalaciones y no me cobró un peso (como llaman allá a los dólares). Su argumento: eres periodista, y me caes bien. Eres mexicano, y me caes mejor. Entonces entendí cómo el lujo, en ciertas circunstancias, tiene valor, pero no precio.
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