Mi descanso en Cuernavaca fue una pesadilla. Esto fue lo que pasó .
Después de unas horas de dar vueltas en la cama sin conseguir conciliar el sueño, el colchón me dejó casi tullida . No era el primero de mala calidad que me encontraba: recuerdo una experiencia similar en Marina Park Plaza (Huatulco) pero a pesar de su nombre pretencioso, el hotel oaxaqueño no pertenece a una gran cadena como el Barceló.
Nos quejamos en la recepción y sólo obtuvimos un «late check-out» a las 2 pm -en lugar de las 12-. Dejamos un reclamo por escrito y el subdirector del Barceló envió dos semanas más tarde un email donde no hay intento de disculpa, ni, mucho menos, una reparación.
El año pasado, en plena feria del libro, el Riu Guadalajara – firma castigada por estos días luego del atentado en Túnez- había sobrevendido sus habitaciones y me quedé sin hotel esa noche. Pero antes que dijera pío, la cadena española me reservó un cuarto con desayuno en el Westin y mandó un taxi para llevarme, todo sin cargo alguno -también me regaló un voucher por una noche extra-. Lo que llamo una disculpa…
Si recién mencionaba al Westin,vale recordar que allí la calidad del descanso no es un tema menor: se ha hecho famoso por su «Heavenly Bed» , que se vende en todos los tamaños en su tienda en línea. Un colchón queen con sommier, por ejemplo, cuesta 1400 dólares, sin envío -sólo lo mandan a Estados Unidos-.
La empresa de Paris Hilton también ha monetizado su filosofía del buen descanso con la «cama Hilton», a 1845 dólares , mientras que SoBoutique, de Sofitel, un colchón queen con box cuesta, en época de rebajas, 1275 verdes. También se consiguen sábanas de algodón de 400 hilos, cubrecolchones, etc.
Comprar un colchón en un hotel podrá parecer un exotismo, pero es común entre los que conocen el paño. Recuerdo que una ejecutiva mexicana del St. Regis había encargado en el sitio web de su hotel una cama para su departamento. No sólo la calidad es superior que muchas marcas «para civiles», dijo, sino que el precio puede ser menor.
El mundo hotelero aún se ríe de la compra inexperta de Cristina Fernández de Kirchner para su hotel Alto Calafate, en la Patagonia. Hace unos años, la presidenta argentina había adquirido para su negocio un lote de sábanas y toallas Arredo, marca local de ropa de cama bien considerada entre las amas de casa sudamericanas, pero inadecuada para un establecimiento turístico. Tan inadecuados como el colchón de la ciudad de la eterna primavera.
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